Un minuto de rabia
Gran artículo de opinión el escrito por Arturo Brizio Carter, en su
sección de Diario de México (ddmx), a consecuencia de la muerte de un árbitro
en el terreno de juego por la agresión de un jugador.
Un minuto de rabia:
Arbitrar es un deporte extremo. Me refiero a hacerlo en el futbol
amateur donde el nazareno se juega diariamente, literalmente la vida. Me entero
con pesar que en la población de Santiago Tulantepec, Hidalgo, un energúmeno
disfrazado de futbolista, al saberse expulsado, agredió con un artero cabezazo
al árbitro, privándole de la vida. Víctor Trejo es el nombre que llevó en vida
este héroe desconocido.
Es ahora un triste referente de una actividad indispensable para la
práctica recreativa del balompié que sin embargo, nada tiene de divertido y
carece de las mínimas medidas de seguridad para llevar a cabo su difícil labor.
La única manera de que un partido de futbol sea considerado oficial, es
que cuente con un árbitro.
Este hombre o mujer serán los fedatarios de la legalidad del juego y
del resultado. Tendría que ser visto con respeto o en el peor de los casos,
como aquel que será la garantía de nuestra diversión.
El problema es que vivimos en una sociedad que desconfía de la
autoridad. El futbol tiene además un fuerte ingrediente de pasión. La suma de
estos factores suelen ser muy peligrosa, ya que el improvisado futbolista que
asiste una vez por semana a la cancha, provisto de un ceñido uniforme que
acentúa la lonja y la panza, sin ningún tipo de acondicionamiento físico,
infinidad de veces bajo los influjos del alcohol o alguna droga y sin el menor
conocimiento reglamentario, va a encontrar el blanco de sus frustraciones en la
persona del juez.
Del otro lado el escenario tampoco es alentador.
Al arbitraje en el sector aficionado se dedica una persona por absoluta
necesidad. Generalmente son hombres de edad, (el difunto Víctor tenía 55 años),
carentes del mínimo barniz reglamentario, que pitan 4 o 5 partidos en un día y
por razones obvias, no corren y que jamás reciben otro incentivo que un
raquítico pago.
En mis frecuentes viajes por la República recibo quejas de los
presidentes de ligas, entrenadores y jugadores. “El arbitraje está para llorar”
y yo les pregunto: ¿Qué hacen ustedes por sus árbitros? Jamás he obtenido una
respuesta coherente o cercana siquiera a la capacitación.
La muerte de este mártir de las canchas fue a consecuencia de la
agresión de un anormal llamado Rubén Rivera, pero deberíamos cargarlo todos en
la conciencia.
Sí, porque el futbolista llanero sale a hacer todas las tropelías que
sus ídolos hacen en la cancha y mira por la televisión. Porque escucha a los
comentaristas echarle la culpa de todo al árbitro. Porque oye las quejas de los
entrenadores semana a semana.
Porque observa el clima de linchamiento de los exárbitros en torno a
sus colegas y finalmente, porque sabe que como cualquier delito en este país,
tiene un alto grado de posibilidades de quedar impune.
Descanse en paz Víctor Trejo. Para él, un minuto de silencio. Para el
futbol… un minuto de rabia.
Noticia e imagen: Diario de México
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