Pasión ingrata y peligrosa


Si hay un colectivo expuesto a la violencia (esencialmente verbal) en el fútbol regional son los árbitros. Los colegiados, a menudo más jóvenes que los futbolistas, están continuamente sometidos a los insultos desde la grada y a las protestas y presiones de los jugadores. Su oficio consiste en impartir justicia y aplicar el reglamento, pero su labor es muy ingrata porque en el error se les ataca sin piedad y en el acierto no hay ni rastro de reconocimiento al trabajo bien hecho.
"El árbitro está totalmente solo porque tiene a todos en contra y no hay nadie que le defienda", explica Moreno Delgado, responsable del comité arbitral de la federación catalana. Desde hace años, el organismo trabaja a destajo con dos objetivos: formar y mejorar la preparación de los árbitros y protegerlos de los conflictos que puedan darse a su alrededor.
"Buscamos árbitros honrados y dialogantes que estén alejados del perfil chulesco y autoritario que tanto daño ha hecho al colectivo. Si no se trata con respeto al jugador, no podemos pedir lo mismo", apunta Moreno.
SITUACIONES DESAGRADABLES
"No hay árbitro que no haya vivido alguna situación desagradable, va con el oficio. Hay quien no aguanta esa presión", cuenta Enric Rodríguez, que cogió el silbato a los 15 años y lo dejó tras ocho años. "Me cansé de recibir insultos y quería probarme de entrenador". Enric se lo toma con humor y filosofía cuando echa la vista atrás: "Recuerdo que en un campo los jóvenes me echaban el humo de porro en la cara y los mayores me intentaban trabar con el bastón. Y las ha habido peores".
Actualmente hay una plantilla de 2.000 colegiados que se distribuyen los más de 3.000 partidos que hay en Catalunya cada jornada. El control de la labor arbitral es constante por parte de la federación: 140 informadores cubren diversos partidos para seguirles. Si un colegiado es negligente o tiene una mala actitud y recibe quejas de varios clubs, estudia el caso y se le puede abrir expediente, meterlo en la nevera o degradarlo a categorías más bajas. "Hay mucho trabajo detrás de cada árbitro. No es aquello que la gente piensa: "Este tío viene a arbitrar porque no tiene nada mejor que hacer".
PROLIFERACIÓN DE LAS MUJERES
La proliferación de mujeres y sus consecuencias colaterales es un fenómeno con el que ha tenido que lidiar la federación, que en 2010 contaba con solo 33 árbitras. Ahora hay 102, un 66% más. Carla Borràs es una de ellas, exjugadora del juvenil del Espanyol y estudiante de periodismo, confiesa que le apasiona. "Tuve que elegir entre arbitrar y jugar y no dudé".
Por su condición de mujer, Carla las ha visto de todos los colores. "Los gritos machistas son bastante aislados aunque sigue habiendo, pero poco a poco la gente se acostumbra a vernos arbitrar", expone Borràs. Su experiencia como jugadora le ayuda: "Soy dialogante e intento mostrarme cercana, eso el jugador lo agradece". ¿Y el trato con los futbolistas? "Una vez escuche en un vestuario: 'Nos arbitra una chica, no le digáis nada'. Por un lado es bueno porque vas más tranquila, pero por otro piensas: "¿Por qué no pueden protestar? Mientras lo hagan con respeto…".
Moreno Delgado coincide en que la integración de las mujeres por buen camino, aunque aún se siguen produciendo situaciones intolerantes cada fin de semana. "Lo curioso es que son las aficionadas las que más insultan a las árbitras, se deben creer con más razones". 
Artículo e imagen: El Periódico

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