¿Culpable yo?
Uno de los errores más comunes de los árbitros reside en no aceptar las
realidades o consecuencias de sus decisiones. Obviamente aunque todos cometen
errores de los cuales no están particularmente orgullosos, el mirar al pasado
constantemente recriminándose por los mismos supone un gasto de energía
innecesario que no reporta nada positivo; el sentimiento de culpa
simplemente los encierra en un círculo vicioso que se hace cada vez más
estrecho.
¿Cómo funciona?
La culpabilidad funciona de la siguiente manera, alguien, llámese
jugador, técnico, aficionado o periodista emite un mensaje destinado a recordar
que un árbitro ha sido un mal profesional por algo que hizo o no hizo, por
alguna decisión que tomó o no tomó, o sencillamente porque infringió algunas de
las reglas que le enseñaron o no las interpretó correctamente; frente a esto el
árbitro responde sintiéndose mal e incómodo. La culpabilidad es, la emoción que
despilfarra una mayor cantidad de energía emocional. ¿Por qué? Porque por definición,
el silbato se siente doblegado por algo que ya pasó.
Durante y después
El sentimiento de culpa es una de las emociones más destructivas
que puede experimentar un árbitro, este suele aparecer en algún momento del
partido o después del mismo. Hay árbitros que tienen una especie de vocación
por la culpa ya que no sólo se sienten mal por lo que han hecho sino incluso
por lo que podrían llegar a hacer. Indudablemente, éste no es un sentimiento
agradable y harían cualquier cosa por desembarazarse del mismo; de forma
natural tienden siempre a protegerse de cualquier situación que les pueda
causar dolor, daño o vergüenza.
Dos sensaciones
La mayoría de los árbitros que experimentan constantemente el
sentimiento de culpa tienen una baja autoestima y no se creen merecedores de
las gratificaciones que les brinda el arbitraje por lo que aprovechan el más
mínimo error para auto castigarse. De otro lado, se encuentran los silbatos
perfeccionistas para los cuales cualquier falla es una buena excusa para auto
reprocharse y criticarse constantemente. Estos juzgadores tienen en común un
pensamiento rígido y polarizado, es decir, aprecian el arbitraje en blanco y
negro, o están bien o están mal y eso no debe ser así.
Cambie la forma de pensar
El árbitro moderno debe apreciar la infinidad de tonalidades que
existen y cambiar su forma de pensar estricta y estereotipada, y debe ser
capaz de analizar los aspectos positivos y negativos de una situación y a no
inclinar la balanza únicamente en un solo sentido. Aún si asume su
responsabilidad en una situación por haber cometido un error, lo
más productivo es mirar al futuro y pensar en qué podría hacer para no incurrir
en el mismo y así aprender de este. La culpa nunca es la solución porque los
encierra en una trampa que no los deja pensar y los llena de sufrimiento.
Artículo escrito por Jose Borda
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