Consejos para dar

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Para el árbitro aconsejar a los jugadores es parte de su rutina, le da consejos al futbolista cuando quiere evitar una tarjeta, cuando quiere mostrar autoridad en varias ocasiones a lo largo del encuentro, aunque las recomendaciones son bien recibidas, en la mayoría de los casos ¿es o no conveniente que esta práctica se haga? La respuesta a este interrogante debe centrarse más bien en cuándo el silbato debería dar consejos y cuándo no, el hecho de hacerlo no es malo o bueno en sí, solamente apropiado o inapropiado según circunstancias.
Práctica común
En el arbitraje del fútbol es bastante común recibir y dar consejos, y muchas veces, sin que el jugador haya pedido opinión. Sin embargo, en el juzgamiento de otras disciplinas el acto de aconsejar se reserva a esferas muy íntimas y aconsejan sólo cuando el deportista afectado les pide su opinión. Se sabe que los árbitros tienen conocimientos y experiencias que pueden ayudar a los futbolistas para prevenir las situaciones y también se sabe que no es suficiente tener la razón para hacerlo. Entre más emocional esté el juzgador y el juzgado o en el extremo de agite o enojo, o en el otro extremo de depresión o agobio, más alto será el riesgo de que un consejo sea percibido como inútil, amenazante o manipulativo.
Aceptado o no
El jugador aconsejado puede actuar con base en el consejo y luego culpar al “árbitro consejero” por los malos resultados. Bajo esta situación es mejor abstenerse de dar consejos y seguir con la escucha, con las preguntas de clarificación y reflexión, y en lugar de la recomendación proceder con la amonestación o expulsión. Un deportista con metas indefinidas o con ganas de que el consejo sólo refuerce su prejuicio, generalmente no va a entender o aceptar el consejo, lo cual generará discusiones o descalificaciones; los deportistas que tienen una mejor percepción acerca de dónde están y para dónde van son más capaces de oír un consejo como una opción y no como una amenaza u orden.
Regla de oro
Los árbitros deberían tener como “regla de oro” para dar consejos el “nunca darlos”, no obstante podrán hacerlo cuando el jugador sea quien acepte la oferta de dárselo, de esta manera servirá la recomendación y será efectiva, de lo contrario se deberá proceder a tomar las decisiones técnicas y disciplinarias tal y como lo ordena el reglamento, si el árbitro decide dar consejos, no debe amonestar, aunque hay algunos que después de la “retahíla” adicionalmente muestran la tarjeta, en estos casos una de las dos cosas sobra, pues no tiene sentido el llegar a reprimir o reconvenir verbalmente y luego con la tarjeta, lo cual no surte ningún efecto.
No a la pontificación
Cuando un silbato vea que un jugador acepta consejos, deberá utilizar sus propios conocimientos para enmarcar el “consejo” dentro de un relato de una experiencia propia, y no como una receta mágica que “debe” seguir el jugador. La clave aquí es que el “consejo” no suene como una pontificación, sino como un aprendizaje que puede (o no) servir para el aconsejado, para así facilitar un proceso en el cual se hagan sugerencias o advertencias, que el aconsejado acepte, rechace o modifique, sin perjudicar la relación entre los dos. En consecuencia el árbitro deberá abandonar la idea de que el jugador acepte el consejo, para poderse sintonizar aún más con él y ahondar aún más en sus problemáticas y experiencias.
Artículo escrito por Jose Borda


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