El arte de insultar al árbitro


Mientras todo el mundo se distrae detrás de otras luces, dirigentes y organismos de la AFA se mueven despacito y por las piedras, y un jugador expulsado por insultar a un árbitro aparece de golpe y porrazo con un solo partido de suspensión.

En el reglamento de penas, insulto/agravio al árbitro antes tenía cuatro fechas de mínimo, después lo bajaron a tres, y no faltará tanto para que al que cometa esa transgresión le den un premio.

Desde siempre se hace toda clase de trucos para que la falta quede encuadrada en un artículo con penas de menor gravedad; presionar al árbitro para que suavice su informe, búsqueda de antecedentes antojadizos o distorsionados, presentación u ocultamiento de fotos, crónicas o videos parciales. En este caso, hasta el propio jugador había admitido públicamente que insultó al árbitro.

Sucede que, en la subcultura del fútbol, putear al árbitro está bien. Es como que todo el ambiente lo naturaliza, más que comprenderlo lo justifica en el error (o presunto error) y las altas pulsaciones.

Los chicos nos ven hacerlo desde que apenas caminan, lo internalizan y lo repiten. Se hacen cantos con insultos y amenazas al referí, es hasta divertido. Los propios árbitros se acostumbran y unos cuantos terminan accediendo a “lavar” sus informes para minimizar las sanciones.

A nadie le parece mal, dirigentes y hasta presidentes de clubes ofenden gravemente a los árbitros en redes sociales, y todo pasa como si nada. Tampoco parece que haya mucho interés en que alguien defienda el honor y la integridad de los árbitros, incluyendo a algunos de ellos mismos y sus agremiaciones. Como si, para poder seguir en el fútbol, tuvieran que aceptar que las cosas son así.

Y, por lo que se ve, seguirán siendo así.

Artículo escrito por: JORGE MARIO TRASMONTE

Fuente: OLÉ

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