LOS ÁRBITROS DE FÚTBOL, CHIVOS EXPIATORIOS



Anda por ahí circulando un chiste sobre uno que pretendía ser árbitro de fútbol. Dicen que el buen hombre llegó a la federación y pidió los papeles para inscribirse, el empleado que lo atendió reclamó voz en grito de otro: a ver dame los papeles que pide este h.p. El aspirante, sorprendido gritó, oiga! no le consiento que hable de mí en esos términos, a lo que el empleado faltón respondió: Es la primera prueba que hacemos para saber si alguien puede o no ser árbitro, en su caso petición denegada.
En un partido River Boca, un explícito primer plano sacaba a un seguidor “rebuznando” a boca llena ese gravísimo insulto que en casi todos los partidos se repite cientos de veces.
Lo que sucede en el mundo del balompié no pasa en ningún otro deporte. Hace tiempo que el fútbol se ha convertido en un lugar propicio donde ejercer el poder económico y mediático. El presidente de un club importante tiene mucha más influencia que algunos ministros, al menos en el mundo de la comunicación y de los negocios. Y como consecuencia de esto, el dinero en este deporte es el que manda. No solamente entre la masa de socios que con sus cuotas mueven un pastón, sino con las marcas publicitarias y los contratos tan estratosféricos que firman muchos jugadores, que suponen cifras que casi ocupan el ancho de un folio. Y entre unos y otros, unos señores que antes vestían sólo de negro y que ahora lo hacen de otros colores más vivos, que tienen que juzgar los lances futbolísticos y verbales de estos jóvenes jugadores super millonarios.
Expresiones verbales que van desde las protestas por señalar faltas que son más claras que la leche de vaca…hasta los insultos proferidos cuando hay una eliminatoria o liga en juego y el resultado no es favorable.
Los graves insultos lanzados a los árbitros por parte de algunos jugadores de fútbol se están convirtiendo en una costumbre demasiado frecuente. Un comportamiento que ya digo, no se da en ningún otro deporte. Creo que actitudes verbales tan agresivas vienen motivadas por la gran cantidad de dinero que se mueve en este, más mercado de dinero que otra cosa y que supone un pingüe negocio para algunos...entre ellos para los propios jugadores.
No es normal que un jugador...a setenta metros de distancia...pueda ver un penalti en una jugada que, vista tranquila y repetidamente...admite muchas dudas y corra como un cohete a reclamarlo en una actitud enloquecida, lanzando insultos que en la calle serían revisados en un juzgado. El fútbol a determinadas alturas más parece ser una lucha por ganar las primas...que disfrutar de este precioso deporte. Creo, habría que penalizar de una manera mucho más rigurosa el insulto a los que dirigen los partidos y que a veces se equivocan. Si yerran mucho...que dejen de arbitrar. Y los jugadores a lo suyo, a jugar, como en todos los demás deportes.
Resulta inimaginable que en un partido de balonmano, baloncesto o fútbol sala, por ejemplo, un jugador llamara a un árbitro sinvergüenza, comprado u otras lindezas con una actitud amenazante. Seguro que dejaría de jugar por mucho tiempo. Pero en el fútbol…con cuatro partidos…se soluciona el agravio. Por eso mismo se sigue insultando.
Artículo escrito por Fermín Gassol Peco en El Día Digital

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