Violencia llanera en el fútbol

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El gusto y la pasión por el fútbol es en muchos casos inexplicable, miles y miles de personas esperan con ansiedad cualquier momento disponible o los fines de semana para uniformarse con sus colores favoritos, equiparse tal cual profesional, calzarse con tacos de moda y saltar a la cancha a tratar de emular a sus ídolos.
El fútbol llanero, amateur o recreativo se vive de forma peculiar, intenso, con garra, lleno de emociones pero también de contradicciones. Debemos suponer que esos partidos simplemente son una válvula de escape al estrés cotidiano, a los problemas familiares o sencillamente porque se desea mantener un estilo de vida saludable, pero no siempre es así. Muchas veces la pasión se transforma en frustración y la algarabía en violencia. Se pasa de los goles a los golpes, de las destrezas en la cancha a las mentadas de madre en las tribunas y en algunas ocasiones, el deportista deja de serlo, transformándose en agresor, en un ser estúpido e idiota o hasta en un asesino.
Así perdió la vida Víctor Trejo, árbitro del fútbol llanero en Tulancingo, en el estado mexicano de Hidalgo, luego de expulsar al jugador Rubén Rivera Vázquez. Recibir tarjeta roja sacó de quicio al acéfalo pseudo futbolista, propinando certero cabezazo al silbante que lo derribó en el césped para no levantarse jamás. El presunto asesino se dio a la fuga.
Así de irracional se puede convertir el fútbol, llegar a extremos irreversibles con desenlaces trágicos. El fútbol llanero en Chicago no está exento de este flagelo. Semana a semana árbitros de los cientos de ligas llegan a ser amenazados, amedrentados, insultados y golpeados. La carencia de sentido común de algunos idiotas que no pueden diferenciar deporte de su retraso mental pone en peligro no solo la integridad física de los árbitros, sino de todos los jugadores y asistentes en general.
Es absurdo pensar que un rato de distracción se convierta en momentos de pánico, en mala influencia para los niños y jóvenes que acompañan a sus padres de familia a verlos jugar. Hechos violentos que muchos aborrecemos, hostilidades sin sentido que llegan a tener consecuencias negativas en nuestra siempre escrutinada comunidad. Pero lo más triste y preocupante, que los niños crezcan con la idea de que la violencia es parte del juego, algo totalmente fuera de cualquier contexto.
Responsables de que un partido de fútbol sea un rato de esparcimiento, ejercicio, salud física y mental es responsabilidad de todos. Aquellos que ríen, aplauden y animan a un compañero de equipo o dirigente a resolver una inconformidad por medio de la violencia comparten la misma ignorancia que quienes la ejecutan, tan pendejo es uno como el otro, en toda le extensión de la palabra, y en mayúsculas.
Peor aún, es que las consecuencias de una agresión física, se pague con unos cuantos dólares y “echarle el ojo” a los rijosos cuando vuelven a las canchas. Se les debe negar acceso a las mismas de por vida, punto.
Artículo escrito por Jorge Trujillo en Vívelo Hoy

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