Paciencia… mucha paciencia

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El arbitraje y el fútbol se desenvuelven a un ritmo vertiginoso, demasiada prisa para hacer, para tomar decisiones, para resolver fricciones que surgen partido tras partido con los jugadores y con los equipos. Si nuestra época pudiera tener un nombre se llamaría “prisa”, por ello se hace necesario hacer un alto en el camino y reflexionar un poco sobre el valor de la paciencia, para no dejarse abrumar y tampoco seguir esa carrera loca que va a toda marcha.
Virtud para soportar  
La paciencia es la actitud que lleva al árbitro a poder soportar contratiempos y dificultades, la capacidad de tolerar los partidos sin alterarse y la virtud de saber aguantar las contrariedades de la profesión sin lamentaciones. Esta hace que los árbitros sepan esperar con calma a que las cosas sucedan. Adicionalmente, se puede considerar que la paciencia no es pasividad, ni el no reaccionar ante las situaciones propias de los partidos con los jugadores y aficionados, sino la fortaleza para aceptar con serenidad las pruebas que los encuentros deportivos le presentan.
Buena recompensa
La paciencia siempre tendrá sus recompensas, inicialmente mantiene y mejora las relaciones con los compañeros, jugadores y cuerpos técnicos; seguidamente da los resultados deseados; el árbitro que vive el valor de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias  que suceden a su alrededor generando armonía. Uno de los grandes obstáculos que impiden el desarrollo de la paciencia, es, curiosamente, la impaciencia de esperar resultados a corto plazo, sin detenerse a considerar las posibilidades reales de éxito.
No a la impaciencia
Cuando un silbato se vuelve  impaciente, debe reflexionar un momento para volverse a enfocar en el objetivo o meta que pretendía alcanzar, ya sea dentro del partido o en su carrera arbitral; no debe permitir que la impaciencia le quite lo que se propone justo cuando está más cerca de conseguirlo. La impaciencia que manifiestan los árbitros, en gran parte se debe al querer que los jugadores razonen y les crean por el hecho de ser quienes son, no obstante, no deben olvidar que la obediencia se logra con los hechos, la experiencia que se les demuestre y la forma como se les trate; si bien hay jugadores conflictivos, el reto es tener la habilidad para tratarlos pacientemente.
Muy necesaria
La paciencia es un rasgo de personalidad madura, esta hace que los árbitros  sepan esperar con calma a que las cosas sucedan, a pensar que estas no dependen estrictamente de ellos y a que algunas cosas o situaciones hay que darles tiempo. El silbato paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos de cada partido y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía. En el arbitraje es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, consigo mismo.

Artículo escrito por José Borda 

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