Artículo de Gaspar Rosety en La Razón: "Los árbitros"
El fútbol se inventó sin árbitros. En su evolución histórica, por la necesidad de mejorar, aparecieron. Ello implica que el juez de la contienda es personaje imprescindible para el desarrollo del juego. Me aburren profundamente los profesionales que los culpan de todos sus problemas y me duele la cobardía de quienes los acusan desde la ambigüedad y la insinuación.
No deja de apuntar contra el pianista a la hora de disparar. Los futbolistas cometen muchos más errores que los colegiados y los asistentes. Una superestrella puede fallar tres goles, pero al árbitro o al juez de línea no se les perdona un solo fallo. Más aún, se suele insinuar, de manera perversa, que ha sido un error voluntario, es decir, intencionado, con ánimo de favorecer o perjudicar a un equipo.
En España, contamos con profesionales del arbitraje que gozan del respeto del mundo entero, árbitros capaces de dirigir los partidos más difíciles. Si hablamos de los asistentes, no tenemos más que ver la televisión en la sanción de posiciones de fuera de juego. Lo que en el campo te lleva a chillar, protestar o insultar, queda reflejado en la imagen, habitualmente, como una suma de aciertos del linier. He visto este fin de semana dos exhibiciones de los árbitros asistentes en Riazor y en El Sardinero. Cada repetición, un acierto.
Si nos gusta tanto la «Premier League», aceptemos la cultura generalizada de proteger al árbitro. Los mismos que admiran profundamente la Liga inglesa no dudan en asesinarlos dialécticamente en España. En Inglaterra, nadie sabe el nombre del colegiado de turno. Merecen respeto y credibilidad porque se lo ganan cada jornada. Por cada error, cien aciertos. Humanidad.
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