Las justicieras del fútbol
La noche estaba tranquila y el estadio de Loja, en Ecuador, estallaba en euforia y alegría con los gritos, silbidos y bailes de más de 40 mil espectadores, pero Cándida Colque no perdió la compostura en ningún momento. La tarijeña, de 33 años, estaba haciendo historia para el fútbol y para las mujeres al ser la primera árbitro tarijeña en dirigir un partido de competición internacional. Se trataba de la disputa entre Ecuador y Venezuela correspondiente a la eliminatoria “Camino a la Gloria”, en el mes de marzo del 2002.
El partido lo ganó Ecuador por 1-0, pero lo que más trascendió fue la actuación de Cándida en la cancha durante los 90 minutos. “Fue uno de mis mejores partidos, era la primera vez que trabajaba como árbitro FIFA. La emoción y el nerviosismo no pudieron conmigo”, cuenta la primera árbitro mujer en Bolivia. Colque es consciente de que su presencia como juez de la contienda constituyó un hito. “Sé que con el simple hecho de ser mujer me enfrentaba a muchas críticas en la cancha; sin embargo, logré pasar todo eso y ahora estoy aquí como una árbitro profesional”, dice la chapaca.
Su trayectoria en el arbitraje ha sido una constante lucha para ir obteniendo poco a poco los frutos. Se inició como pionera en las categorías inferiores, como la sub-7, sub-11 y sub-17, hasta que obtuvo la internacionalidad de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) en 2002. Aun así, la evaluación de su trabajo continúa cada tres meses.
Otros casos
La historia de Cándida aún no se repite en Tarija, pero hay dos aspirantes a seguir su ejemplo. Una de ellas es Liliana Bejarano, quien se prepara al 100 por ciento para obtener la tarjeta de FIFA. “Los entrenadores me dijeron que me prepare para que pueda estar seleccionada. Por ello, quiero avanzar en el arbitraje”, comenta Liliana. Ella fue asistente por más de diez años y ahora pertenece al grupo FIFA de árbitros mujeres en Bolivia. “Antes no lo hacía porque no me sentía preparada, además porque estar en medio de la cancha de fútbol es todo un mito”, confiesa.
Noemí Gutiérrez es otra de las prontas aspirantes a ser parte de la FIFA. Sin embargo, aún está entrenando para incursionar en su nuevo logro. “Muchos piensan que éste es un trabajo fácil, pero no es así. Y mucho menos para una mujer, que tiene que soportar muchos insultos en la cancha y fuera de ella”, cuenta la aspirante.
Norma Villalva es una de las pioneras en Yacuiba y su caso es universal. “Ser árbitro nació con el mismo fútbol y las lesiones. Por un tiempo me lastimé jugando fútbol y estaba en descanso. En ese tiempo mis entrenadores y otras personas me propusieron ser árbitro, y ahora estoy aquí en una profesión que no sólo es para hombres”, explica la novata, que promete mucho según los entrenadores.
Entre silbatos y piropos
El gran problema del arbitraje femenino es la falta de respeto a las mujeres, una de las causas por las que pocas mujeres no logran arrancar en esta carrera. “Cuando eres árbitro tienes que volverte corajuda, porque te enfrentas a situaciones difíciles.
Como mujer, duele. Por eso es que cuando estás arbitrando tienes que estar bien sicológicamente, físicamente y espiritualmente; si no, caes”, comenta Cándida mientras recuerda algunos de los episodios más fuertes suscitados en Bolivia.
“¡Uy! Si te contara todos los eventos molestosos que presencié, nunca acabaría. El hecho de ser mujer dentro la cancha es muy difícil. Algunos te piropean y otros te estropean”, dice Liliana.
Noemí no tuvo excepciones. “¡Cada cosa que gritan! Son realmente desastrosos. Te insultan, te dicen que te vayas a la cocina, o a tu casa. Aún vivimos en esa época machista. Y si algunos no lo creen, que participen de los partidos arbitrados por mujeres. Ahí se ve el machismo real”, sostiene Noemí, que lleva más de diez años en el arbitraje.
Estas ofensas, sin embargo, no sólo se quedan en palabras, ya que muchas veces los golpes se hacen presentes.
Cándida recuerda que en la eliminatoria entre Oriente Petrolero y Real Potosí, el 2007, los jugadores pensaron que por ser mujer podían cometer las faltas que quisieran y que ella no iba a cobrarlas. Pero ella impuso su poder y empezó a cobrar toda infracción. “De pronto se me vino todo el mundo encima. Me gritaban, insultaban... y por la euforia de los técnicos me querían hasta pegar. Gracias a Dios supe salir de esa travesía librada de golpes, pero no de los insultos”.
El carácter de Liliana hace que se convierta en una persona caprichosa en la cancha. Como ella dice: “Yo hago lo que creo que es justo”. Liliana pasó por facetas distintas a la de su compañera Cándida, pero eso no hizo que se librara de los piropos y de los silbidos.
“Cuando tú estás en la cancha puedes vivir la euforia de todos los jugadores y de los hinchas. A veces te piropean y a veces te gritan con toda su rabia. El rol de la mujer en la cancha tiene que ser respetado. Por ello que cada mujer debe darse a respetar y saber cuál es el límite de amistad con jugadores, directores técnicos y otros”, dice la aspirante a la FIFA.
Además de hacerse respetar, ellas se enfrentan día a día al sol o a la lluvia. “Tengo las piernas quemadas y mi rostro se ve sometido a bastantes heridas y quemazones, por el sol. Tenemos que soportarlo porque así es nuestro trabajo”.
Reglas inviolables
Al ser el árbitro la máxima autoridad del juego, éste debe hacer cumplir las reglas de juego en el partido, “No tenemos opción a equivocarnos porque todas las decisiones del árbitro son definitivas. Solo él puede modificar una decisión, siempre que no haya reanudado el juego o el partido haya finalizado”, dice la árbitro profesional.
Aparte de controlar que se respeten las otras reglas, el árbitro debe cronometrar y tomar nota de los incidentes del partido, interrumpir, suspender o finalizar el partido de ser necesario, expulsar a cualquier funcionario o persona externa del campo de juego, e incluso fuera del escenario. “Esos son los momentos cruciales, porque cuando suspendes a un jugador o interrumpes el partido, la hinchada empieza a hacer un alboroto que nunca acaba y más aún cuando le muestras una tarjeta amarilla o roja a un jugador”, concluye Liliana.
Noticia e imagen:http://www.lostiempos.com/
El partido lo ganó Ecuador por 1-0, pero lo que más trascendió fue la actuación de Cándida en la cancha durante los 90 minutos. “Fue uno de mis mejores partidos, era la primera vez que trabajaba como árbitro FIFA. La emoción y el nerviosismo no pudieron conmigo”, cuenta la primera árbitro mujer en Bolivia. Colque es consciente de que su presencia como juez de la contienda constituyó un hito. “Sé que con el simple hecho de ser mujer me enfrentaba a muchas críticas en la cancha; sin embargo, logré pasar todo eso y ahora estoy aquí como una árbitro profesional”, dice la chapaca.
Su trayectoria en el arbitraje ha sido una constante lucha para ir obteniendo poco a poco los frutos. Se inició como pionera en las categorías inferiores, como la sub-7, sub-11 y sub-17, hasta que obtuvo la internacionalidad de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) en 2002. Aun así, la evaluación de su trabajo continúa cada tres meses.
Otros casos
La historia de Cándida aún no se repite en Tarija, pero hay dos aspirantes a seguir su ejemplo. Una de ellas es Liliana Bejarano, quien se prepara al 100 por ciento para obtener la tarjeta de FIFA. “Los entrenadores me dijeron que me prepare para que pueda estar seleccionada. Por ello, quiero avanzar en el arbitraje”, comenta Liliana. Ella fue asistente por más de diez años y ahora pertenece al grupo FIFA de árbitros mujeres en Bolivia. “Antes no lo hacía porque no me sentía preparada, además porque estar en medio de la cancha de fútbol es todo un mito”, confiesa.
Noemí Gutiérrez es otra de las prontas aspirantes a ser parte de la FIFA. Sin embargo, aún está entrenando para incursionar en su nuevo logro. “Muchos piensan que éste es un trabajo fácil, pero no es así. Y mucho menos para una mujer, que tiene que soportar muchos insultos en la cancha y fuera de ella”, cuenta la aspirante.
Norma Villalva es una de las pioneras en Yacuiba y su caso es universal. “Ser árbitro nació con el mismo fútbol y las lesiones. Por un tiempo me lastimé jugando fútbol y estaba en descanso. En ese tiempo mis entrenadores y otras personas me propusieron ser árbitro, y ahora estoy aquí en una profesión que no sólo es para hombres”, explica la novata, que promete mucho según los entrenadores.
Entre silbatos y piropos
El gran problema del arbitraje femenino es la falta de respeto a las mujeres, una de las causas por las que pocas mujeres no logran arrancar en esta carrera. “Cuando eres árbitro tienes que volverte corajuda, porque te enfrentas a situaciones difíciles.
Como mujer, duele. Por eso es que cuando estás arbitrando tienes que estar bien sicológicamente, físicamente y espiritualmente; si no, caes”, comenta Cándida mientras recuerda algunos de los episodios más fuertes suscitados en Bolivia.
“¡Uy! Si te contara todos los eventos molestosos que presencié, nunca acabaría. El hecho de ser mujer dentro la cancha es muy difícil. Algunos te piropean y otros te estropean”, dice Liliana.
Noemí no tuvo excepciones. “¡Cada cosa que gritan! Son realmente desastrosos. Te insultan, te dicen que te vayas a la cocina, o a tu casa. Aún vivimos en esa época machista. Y si algunos no lo creen, que participen de los partidos arbitrados por mujeres. Ahí se ve el machismo real”, sostiene Noemí, que lleva más de diez años en el arbitraje.
Estas ofensas, sin embargo, no sólo se quedan en palabras, ya que muchas veces los golpes se hacen presentes.
Cándida recuerda que en la eliminatoria entre Oriente Petrolero y Real Potosí, el 2007, los jugadores pensaron que por ser mujer podían cometer las faltas que quisieran y que ella no iba a cobrarlas. Pero ella impuso su poder y empezó a cobrar toda infracción. “De pronto se me vino todo el mundo encima. Me gritaban, insultaban... y por la euforia de los técnicos me querían hasta pegar. Gracias a Dios supe salir de esa travesía librada de golpes, pero no de los insultos”.
El carácter de Liliana hace que se convierta en una persona caprichosa en la cancha. Como ella dice: “Yo hago lo que creo que es justo”. Liliana pasó por facetas distintas a la de su compañera Cándida, pero eso no hizo que se librara de los piropos y de los silbidos.
“Cuando tú estás en la cancha puedes vivir la euforia de todos los jugadores y de los hinchas. A veces te piropean y a veces te gritan con toda su rabia. El rol de la mujer en la cancha tiene que ser respetado. Por ello que cada mujer debe darse a respetar y saber cuál es el límite de amistad con jugadores, directores técnicos y otros”, dice la aspirante a la FIFA.
Además de hacerse respetar, ellas se enfrentan día a día al sol o a la lluvia. “Tengo las piernas quemadas y mi rostro se ve sometido a bastantes heridas y quemazones, por el sol. Tenemos que soportarlo porque así es nuestro trabajo”.
Reglas inviolables
Al ser el árbitro la máxima autoridad del juego, éste debe hacer cumplir las reglas de juego en el partido, “No tenemos opción a equivocarnos porque todas las decisiones del árbitro son definitivas. Solo él puede modificar una decisión, siempre que no haya reanudado el juego o el partido haya finalizado”, dice la árbitro profesional.
Aparte de controlar que se respeten las otras reglas, el árbitro debe cronometrar y tomar nota de los incidentes del partido, interrumpir, suspender o finalizar el partido de ser necesario, expulsar a cualquier funcionario o persona externa del campo de juego, e incluso fuera del escenario. “Esos son los momentos cruciales, porque cuando suspendes a un jugador o interrumpes el partido, la hinchada empieza a hacer un alboroto que nunca acaba y más aún cuando le muestras una tarjeta amarilla o roja a un jugador”, concluye Liliana.
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