La madre del árbitro no tiene la culpa

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Todavía se respira el espíritu olímpico, ese que habla de juego limpio, respeto por el rival, elegancia al perder y exquisitez al ganar. El espíritu olímpico debe aunar deporte, cultura y educación.

Insultos, vituperios, faltas de respeto y ofensas son ya la banda sonora de los estadios de fútbol y eso que la liga, en sus diferentes categorías, acaba de comenzar.

Le quedan horas a la llama olímpica para dejar de arder en el pebetero y parece que el espíritu olímpico, ese que habla de juego limpio y respeto por el rival, entre otras muchas cuestiones, se está extinguiendo también.

Los aficionados llenan las gradas con gritos de ánimo para sus futbolistas, por cierto recurrentes y escuchados miles y miles de veces, -no pasa nada por modernizarse en estas frases de apoyo hacía los colores-, y también de desprecio.

Desde los asientos llegan hasta el terreno de juego, que son muy audibles, insultos, palabras mal sonantes, agravios, injuria, ofensa, vituperios a los rivales y al árbitro.

Los ultrajes, las faltas de respeto, las mofas al contrario y al juez del partido van alternándose con los aplausos y ánimos a los idolatrados deportistas que este año, por esas cosas de los fichajes visten tu camiseta, pero el próximo tal vez no.

Estas afrenta y oprobio que se escuchan en las gradas acordándose de la madre de los rivales y sobre todo del árbitro son escuchadas por los hijos de esos seguidores alborotados e irreflexivos que se acercan cada fin de semana a ver como 22 jugadores corren detrás de un balón, porque aunque resulte inverosímil, el fútbol es sólo eso. De hecho, una de las definiciones del deporte del balompié más escuchadas es la que dijo Vujadin Boškov: ‘Fútbol es fútbol’. Nada más. El resto, como vituperan al contrario y mofarse del árbitro, que es el que sentencia las jugadas, unas veces acertadas y otras equivocadas, es sólo mala educación.

Aún humea la llama olímpica, pero el espíritu olímpico duerme ya el sueño de los justos hasta dentro de cuatro años que despertará en el país sol naciente.

Artículo escrito por Lira Felix en La Crónica de Salamanca

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