Silvia Reyes: La jueza FIFA que le gusta imponer la autoridad. Por: Gonzalo Pajares

No le gustaba el fútbol, pero sí el sentido de justicia. Por eso –y por la influencia de su madre, Lourdes Juárez, quien también fue réferi–, Silvia Reyes se hizo árbitro de fútbol.
Quince años han pasado desde que dirigió su primer partido; hoy dice que su carrera es su pasión, que aquella decisión fue la correcta, a pesar de que reconoce que en el fútbol, como en nuestra sociedad, abunda el machismo.
Méritos tiene: ha sido jueza en cuatro mundiales femeninos (dos de mayores, un sub 17 y un sub 20) y, con solo 24 años, llegó a arbitrar partidos de nuestro fútbol profesional.
Nos dice que no la intimidan ni los jugadores faltosos –tuvo que soportar, dignísima, los insultos de ese cavernícola machista vestido de futbolista llamado Mario Leguizamón– ni las hinchadas agresivas ni los estadios llenos. “No me importa lo que pasa fuera de la cancha: ni el público ni las cámaras de TV. Mi tarea es impartir justicia y nada puede desconcentrarme de esa tarea”.
“Es verdad, a los árbitros no nos tratan con cariño ni los jugadores ni las hinchadas ni los dirigentes ni los entrenadores. Siempre somos su chivo expiatorio. Pero yo no me preocupo, lo tomo como de quien viene: el público demuestra su educación en las graderías. Lo que sí me molesta es que, a veces, sean las mujeres las que más nos faltan el respeto, las que más nos agreden”, agrega Reyes, quien es madre de una joven de 18 años y un niño de seis que no tienen su espíritu justiciero. “Son testigos de mis sacrificios, y no quieren pasar por lo mismo”. “¿Alguna vez te quisieron sobornar?”, le preguntamos. “No, no he pasado por eso”, afirma.
Desde el 2009 no dirige en el fútbol profesional. Dice que por una decisión de la Comisión de Árbitros, que selecciona a los réferis. “Mis capacidades están intactas; mi estado físico, insuperable: entreno cuatro días a la semana y asisto a todas las charlas técnicas. Yo dejé un año el arbitraje porque quise ser madre. Volví, pero ya no se me dio la oportunidad de volver al fútbol profesional. Hoy se me asignan partidos de la reserva o de Segunda División; sigo esperando otra chance”, nos dice mientras se prepara para ir a la universidad: quiere ser administradora de empresas. Sabe que el fútbol se acabará más pronto que tarde. “Uno puede ser juez hasta los 45 años. Estoy entera, pero mi vida, aunque disfrute arbitrar, tiene otros matices: exploraré otros terrenos”, sentencia.
Noticia e imagen: http://peru21.pe/

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