El arbitraje también es un asunto familiar

Vieron a sus hermanos correr mientras miles de personas les protestaban decisiones y escucharon hasta insultos que caían como pesadas rocas desde las tribunas. Sin embargo, Jean Paul Lamouroux y Miguel Roldán decidieron emularlos y seguir la huella que sus hermanos, Wilson y Wílmar, respectivamente, han dejado en el arbitraje.

Los Lamouroux

Jean Paul tenía 17 años cuando decidió ingresar al arbitraje, en 2005. Su hermano Wilson aún no era juez Fifa, pero ya repartía justicia en los terrenos de juego.
“Cuando le dije que quería ser árbitro me llevó a las clases y me acompañó al primer partido de Liga. Estuvo conmigo los primeros seis meses”, recuerda Jean Paul sobre los inicios que los tuvo como juez central.
El ahora asistente cuenta por qué quiso ser árbitro: “Por el temperamento que hay que tener. No soy timorato, me pareció un reto chévere”, dijo el juez de 27 años.
Wilson recuerda ese momento en el que su hermano le dijo que le gustaría vestirse de negro: “Lo apoyé, empezó a una edad muy bonita. No sé si lo influencié, pero en mi familia siempre hubo árbitros. Dos tíos pitaron y fueron mi motivación. De pronto él vio mi proceso y le gustó”, dijo el juez Fifa, que agregó: “También tuvimos un sobrino que estuvo en el arbitraje, pero se retiró. Jean Paul ya sabía que en esta profesión no se tiene contento a todo mundo. Eso del arbitraje va ligado a uno, no cualquiera se siente con la sabiduría del arbitraje”.
Y aunque empezaba una carrera como central, el exárbitro Óscar Julián Ruiz aconsejó a Jean Paul: “Cuando fui a ascender a la B, él me dijo que no lo hacía mal como central, pero que me veía mejor como asistente. Que tenía más aptitudes y que era más fácil ascender como asistente”, recordó, con claridad.
Y aunque él dice no ser “timorato”, recuerda una situación que lo hizo vivir casi una pesadilla cuando escuchó un fulminante “tenías que ser igual de rata a tu hermano”. Esas palabras perforaron sus oídos, fueron un detonante: “Casi me salgo emocionalmente de un partido. Duré unos segundos parado corriendo de un lado a otro, pero estaba ido; menos mal no pasó ninguna jugada comprometedora en esos segundos”. Jean Paul lo dijo con un suspiro profundo, recordando aquel momento, pero reflexionó y la tranquilidad se convirtió en reproches para él: “Eso no me puede pasar porque me gritarán cosas peores. Desde los 17 años me han gritado, y uno se acostumbra a eso”.
Y su hermano también vivió situaciones parecidas que lo alejaron de los estadios, como asistente: “Uno en la tribuna sufre mucho por los insultos; por eso no me gusta acompañarlo. Fui varias veces en la B, pero es difícil”, dice Wilson como un lamento de una situación incomprensible.
El hecho de que Jean Paul sea hermano de Wilson genera murmullos, de lo que es consciente el menor de los Lamouroux: “Él es muy bueno, y uno no puede ser menor a eso; no por envidia, sino por responsabilidad moral. Hay que ser cauteloso porque ahí uno referencia”, señaló con la prudencia de un diplomático.
Pero Wilson fue más punzante sobre cómo puede funcionar el hecho de que sean hermanos: “Si lo van a relacionar conmigo, nunca será para algo bueno, y si se equivoca van a decir que es igual de malo a mí; eso está claro”.

Los Roldán

La llegada de Miguel fue tan arbitraria como son los jueces en el campo de juego, pero no por él.
“Cuando se armaba la recocha me decían ‘vos sos el hermano del árbitro, entonces pitá’. Me daban las tarjetas y el pito; me ganaba una platica, eran entre 15.000 y 25.000 pesos”, recuerda el joven, ahora de 27 años, de una época en la que apenas tenía 15.
Miguel no niega que Wílmar ha sido una motivación: “Él ha sido referente y es como un papá. Él fue un espejo, una persona a seguir”, dice con mucho respeto sobre su hermano mayor.
Y reconoce que tuvo influencia: “Me daba regalos de cosas de árbitro. Es que el arbitraje se lleva en la sangre”, dice con una sonrisa como si contara un secreto.
Sobre eso Wílmar, sin dar mucho crédito a su ascendencia en su hermano, comentó: “No sé si directamente, pero indirectamente se tuvo una influencia con él. Soy el hermano mayor y me ve como un ejemplo a seguir; lo he apoyado para que fuera profesional”.
Inclusive, el mayor de los Roldán contó sobre las contrariedades de la profesión: “Cuando me dijo que quería ser árbitro, le advertí que había momentos buenos, pero que los malos resultados siempre eran por el arbitraje, que siempre seremos tildados”, dejando ver una tristeza escondida en la realidad que tienen cada que dirigen.
Fue en el 2003 cuando comenzó su despegue dirigiendo partidos de la Liga de Antioquia, y en el 2004 estuvo en un Pony Fútbol, pero su real figuración comenzó en el 2008, en la Primera B.
“Fue un partido de Rionegro contra Córdoba. Y en Rionegro estaban varios duros, como René Higuita, Luis Carlos Arias, muchos, y anulé un gol; el estadio estaba lleno, pero nadie protestó”.
Estos hermanos ya han estado en un mismo partido, y aunque es algo que los emociona, recordar cuando fue el debut de Miguel todavía los pone nerviosos.
“Había nervios, eso era normal, pero Wílmar me llenó de confianza, y uno trabajando con él tiene las de ganar”, recordó Miguel, quien espera tener lo más pronto posible su escarapela Fifa.
Wílmar también recuerda ese momento: “Trataba de estar junto a él y traté de cuidarlo mucho. Estaba muy focalizado y lo miraba para darle esa energía de que estaba haciendo las cosas bien”, expresó el mundialista que le ha recomendado a su hermano que “se extraiga del apellido” y que demuestre que es un asistente importante y honesto.

Noticia e imagen: http://www.eltiempo.com/

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