El Árbitro de La Paz, el pionero al que no dejaron acabar con los insultos en el fútbol

Los tristes sucesos del pasado fin de semana, en los que un brutal enfrentamiento entre los radicales del Atlético de Madrid y el Deportivo de la Coruña acabaron con un fallecido, han provocado que las instituciones dell mundo del fútbol se hayan puesto manos a la obra para tratar de erradicar la violencia. Ha hecho falta que hubiera muertos, la vergüenza pública y múltiples críticas para que las instituciones hayan decidido intervenir. Pero mucho antes de esto, un árbitro español trató de acabar con el germen de las agresiones físicas en el fútbol, pero sin ningún éxito.
Ángel Andrés Jiménez Bonillo inició su particular lucha a principios de siglo. Conocido como el 'Árbitro de la Paz', hace algo más de diez años comenzó a arbitrar en el fútbol base andaluz, donde decidió que había llegado el momento de acabar con los insultos en el fútbol. ¿Se imaginan a miles de aficionados insultando a Nadal o a Federer en un partido de tenis? Pues, por desgracia, esta es una situación habitual en el balompié. El joven colegiado decidió que, arbitrando a niños, tenía una gran oportunidad para tratar deponer freno a las faltas de respeto verbales, el inicio de la violencia física.
"Cuando se empieza a tolerar, puede pasar cualquier cosa", confiesa Ángel a El Confidencial. Desde un principio, estaba convencido de que la violencia en el fútbol sólo se detendría el día que tanto jugadores como aficionados entendieran que lo único que importa es el balón, y que las descalificaciones no tienen espacio en el deporte. Por ello, antes de los partidos avisaba, reuniendo a jugadores y técnicos de ambos equipos, de que no iba a tolerar insultos ni dentro del campo ni de aficionados: al primer insulto, se detenía el partido; si continuaban, se suspendía.
"Les decía que debían de entender que el árbitro se iba a equivocar, igual que un jugador podía fallar una ocasión clara o realizar un mal control. Por ello, pedía un ambiente deportivo, porque además estoy convencido de que es la mejor manera de divertirse en un terreno de juego. Además, interpreté desde el reglamento que se podía detener un partido por culpa de las interferencias del público, así que decidí que si había insultos, tanto dentro del campo como desde la grada, se suspendíael partido. La medida tenía éxito, con el paso del tiempo sí se veía cómo las faltas de respeto disminuían", señala.
Sin embargo, su lucha no fue sencilla, sobre todo por la falta de apoyos desde el mundo del deporte. Ni compañeros, ni clubes, ni instituciones supieron estar a la altura de las medidas que un simple ser humano,aplicando el sentido común, quiso poner en juego para minimizar la violencia en el deporte. En especial en el fútbol base, donde los más jóvenes se están formando y que un día serán el futuro del balompié español. De hecho, la falta de ayudas provocaron que dejara el arbitraje en dos ocasiones, la última de manera definitiva hace un par de años, cuando sintió que poco más podía aportar.

SIN NINGÚN TIPO DE AYUDA DE LAS INSTITUCIONES

"Siempre eché en falta algo más de ayuda. Tenía una idea para intentar minimizar la violencia que traté de plasmar dentro del campo, pero cuando la apliqué me encontré con que no era bien recibida dentro del colectivo. Detener los partidos por la violencia verbal sólo quitaría la parte negativa al fútbol, pero hay muy poco interés por parte de las instituciones de cambiar. Muchos directivos respiraron aliviados cuando me fui. Es triste pensar así, pero no sentí ningún apoyo. Hubiera querido participar en un cambio contra la violencia en el fútbol, hice todo lo que podía hacer", confiesa varios años después.
Después de que durante muchos años se considerase una locura la misión que el colegiado quiso llevar a cabo en el fútbol base andaluz, ahora CSD, LFP y RFEF han aprobado una serie de medidas urgentes para castigar la violencia física y la verbal en el fútbol. "La violencia no es un problema exclusivo del fútbol, pero el fútbol sí debe pensar qué es lo que está haciendo para luchar contra esta lacra", confesaba el colegiado. Por desgracias, ha tenido que haber una monumental batalla campal y un muerto de por medio para que se tomen medidas al respecto.
El 'Árbitro de la Paz' quiso cambiar el fútbol a mejor, pero las instituciones entonces entendieron que su conducta sólo servía para alterar a jugadores, aficionados y directivos. Un lustro después, clubes de Primera como elCórdoba han anunciado que perseguirán los insultos en sus gradas. Aquello que un día fue un sueño para un joven árbitro, que recibió indiferencia por parte de todas las instituciones, ahora se ha convertido en una realidad en el fútbol español gracias al trabajo de clubes como el andaluz. Aunque ya retirado, la semilla que puso Ángel Andrés Jiménez Bonillo empieza a tener sus frutos.
Noticia e imagen: http://www.elconfidencial.com/

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